Cuando el payaso pierde la sonrisa…

Por Luis Rossi

El payaso hacer reír, el payaso hace llorar. El payaso es el que no tiene gracia.

Es el simpático de turno. Con honores, sin ellos. Con maldad, con desprecio.

Las múltiples connotaciones de la palabra ‘payaso’ nos deriva a un lado u otro de la balanza según a quien vaya referido el término en cuestión.

Las palabras no tienen vida, lo siento si defraudo a los románticos. Las vida se la damos nosotros. Los que las utilizamos, las pervertimos y las honramos.  

Ser un payaso no es malo. Quizás al revés, lo malo es no querer darte cuenta de que lo eres.

El payaso, también llamado comediante, es un actor. Una persona que se transforma en otra persona, animal o cosa. Que hace reír, a veces por su infortunio, a veces por su acierto.

A diferencia del humor, la comedia busca la risa; el humor también, pero con un matiz: la intención de que te rías. El motivo. ¿Por qué tienes que reírte? ¿Qué ganamos con ello? ¿Qué consigo a través del humor?

El Love es un comediante. Juan Carlos hacía humor.

Parafraseando al gran filósofo y pensador de la Tacita, Antonio Reguera -y Agustina a los teclados- subyace el cargante hijoputa.

Para entenderlo, el humor tiene un estrategia detrás, un proceso de creación con una intención de algo. El Love es un comediante. Juan Carlos hacía humor.

Si el primero hace que te rías por sus capacidades interpretativas; el segundo utilizaba la risa para inocular su mensaje.



En Cádiz, los comediantes y humoristas se fusionan muchas veces en uno. El comediante puede ser solo el intérprete, pero también se da el caso de ser, además, el creador del humor.

Aunque, en ocasiones, ocurren cosas insólitas.

Como cuando no llega la cita esperada; como cuando el cascarón está roto antes de tiempo; como cuando el silencio no se oye; como cuando el aplauso no es eterno; como cuando está lleno el vacío y vaciado lo lleno… el payaso pierde su tiempo.  

Pierde sus ganas de hacer reír y al final, acaba perdiendo su arma: la risa.

¿Y qué pasa cuando un payaso pierde su risa?

Desde hace unos meses tengo enconada una mirada de una persona conocida dentro de nuestra cultura carnavalesca. Una persona, payaso, comediante, un ‘joker’, un guasón… que siempre usa su sonrisa como arma principal. Me río yo primero, para que se puedan reír ellos.

Su cara no era la suya. Su sonrisa estaba deshilachada.

En aquella noche, quizás endulzado por los placeres del dios Baco, despojado de la máscara que le cubría, se confesó. ¿Juanma qué? ¿Te animas este año?

Su cara no era la suya. Su sonrisa estaba deshilachada. Como un retrato robot de una piera pome, como una humedad en una pared del Cerro Moro, como un Ecce Homo con témpera, como un tortilla de camarones deconstruida… su sonrisa estaba muerta.

En la pequeña conversación percibí que no solo eran las pocas ganas de volver, sino que no encontraba la pócima. «Recíclate, rodéate de frescura«, le dije en un intento de no sé qué.

‘El Joker’, también llamado ‘El Guasón’, que ahora vuelve a renacer tras el papel del Juaqui Feni (no el Feni que canta con Martineare, ni el feni de encima del Diario), encierra una tragedia personal que lo hace cambiar.

Lejos de buscar un llanto, o un morbo personal, la tragedia de esta persona de la que os hablo tuvo una fecha constante, un momento preciso, el lugar perfecto. Ojalá pase algo que te borre de pronto, pensaría su más perverso Karma. Y pasó.

Aquel 6 de febrero, el payaso perdió la sonrisa.

Y como comediante tuvo que disfrazarse y hacer reír, o intentarlo. Aunque no fueran hacía él los disparos, escuchó del público un rechazo. La ausencia de otra agrupación no era asunto suyo. Y si así lo hubiera sido (por sus méritos), para eso es un Concurso.

El dolor por la pérdida de su referencia paterna y esos gritos rompieron la sonrisa del bueno de Juanma, del Sheriff. Sumándole a todo ello el no encontrar la fórmula para rozar la gloria. Resultado: su sonrisa se borró.

No es cuestión de premios, es cuestión de que se rían. Su dilatada trayectoria también pudo ser un lastre.  Años reventando al público a carcajadas y ahora no romper como solía, debe ser duro.

Algo que solo valora un ser más comediante que humorista, más payaso que creador con un fin de estratégico.

Ná, un sapito…

Hace pocos días volví a verlo. Juanma qué, al final otra ve palante. Su cara era radicalmente distinta, cansada, por estar acabando su jornada laboral, pero distinta.

Con un lápiz se le podía contornear el camino que lleva a la felicidad en una cara: su sonrisa. La había recuperado. La frescura, los nuevos aires, el tiempo, la juventud… equi. O quizás un solo giro de timón, una simple pamplina… na, un sapito (;D).

Juanma, el Braza, el Sherif, el de Loreto, el de su escudo del Cádiz, volvía a sonreír. Hasta el punto de quejarse con ironía “esta gente no para tol día escribiendo cosas en el wassa”.

Nadie sabe lo que ocurrirá este febrero, pero él ya ha ganado y, de camino, todos los que amamos este arte llamado Carnaval. No se merecía que un público no quitarapupas, sí quemara la sonrisa del gaditano de Loreto.   

Por supuesto, hay más regresos, más vueltas en chirigotas. Y otros tantos payasos que hace tiempo lo dejaron y siguen perdidos mariscando entre las pieras sin encontrar nada.

Y seguro que ahora, en cualquier parte, somos muchos los payasos que nos planteamos qué pasará cuando perdamos la sonrisa.