Represión al carnaval en Cádiz tras el 18 de julio de 1936
Santiago Moreno Tello
Dos semanas después de iniciarse en Cádiz la sublevación militar del 18 de julio de 1936, dos cadáveres aparecieron en la plaza de Viudas. El juez Diego de la Cruz ordenó el traslado de los mismos al Depósito Municipal. Mientras, José Rincón, un vecino de intramuros, reconoció a ambos: se trataban de Guillermo Crespillo Lavié y Manuel Peña Warletta, vecinos del barrio de San José en el extramuros de la ciudad.
Hoy seguimos desconociendo las posibles filiaciones políticas de ambos. No obstante, sabemos que el primero había sido director de chirigotas entre las que destacaba «El frailazo y sus tragabuches» de 1932; o que del segundo, dos de sus hijos -Manuel y Emilio-, habían formado parte de algunas murgas de dicho barrio en años sucesivos. En el siguiente artículo intentaremos arrojar algo de luz sobre la represión sufrida por las gentes del Carnaval tras el golpe de Estado de 1936.
El carnaval de 1932. El frailazo y sus tragabuches:
Décadas atrás, durante los días de carnaval, jornaleros y obreros del barrio de San José se desplazaban al intramuros de la ciudad desgranando en sus calles cantes y coplas. Desde que se tiene conocimiento de las mismas, se caracterizaron por ser unas agrupaciones con alto contenido de reivindicación social en sus letras. Entre sus autores destacamos a Juan Sevillano Soria y Manuel León de Juan.
Ambos autores comenzaron su andadura carnavalesca casi al unísono. Mientras un adolescente Juan Sevillano colaboraba en el coro «Los Molineros» en 1908, Manolo León hizo lo propio en 1912 con «Los molineros holandeses». Todo parece indicar que tras la proclamación de la II República colaborarían en la elaboración de una chirigota llamada «El frailazo y sus tragabuches» que terminaría conociéndose popularmente como «Los frailes».
Fue registrada en el Ayuntamiento el 1 de febrero de 1932. En dicha instancia la chirigota informaba de sus componentes. Aunque no hemos encontrado a día de hoy fotografía alguna de esta chirigota, nos podemos hacer una idea de su indumentaria gracias a la escueta nota que ellos mismos entregaron: «[nuestra] indumentaria es un traje [de] a frailes…». En el listado de comparsistas daban a entender que Manuel Candorcio Picón hacía las veces de Hermano Prior del imaginado monasterio.
Que la autoría correspondiera a Sevillano y León no nos extraña porque en sus filas iban algunos componentes de la típica murga de Puertatierra, además del hermano menor de Juan Sevillano: Salvador. En el Archivo Histórico Municipal de Cádiz no queda rastro de las coplas de esta agrupación. No obstante, según su propia instancia, ellos entregaron las coplas aprobadas por el Gobierno Civil.
Actuaron en el Concurso Municipal de Agrupaciones del Teatro Cómico el sábado 6 de febrero. El éxito les debió acompañar porque fueron convocados para una nueva actuación, esta vez en el patio del Ayuntamiento, el lunes de Carnaval, de cara a la entrega de los galardones. «Los frailes» finalmente obtuvieron un segundo premio, frente al primero que se adjudicó a la chirigota «Los guardacalles del norte».
No obstante algo tuvo que ocurrir porque la prensa local comenzó a dar noticias sobre el «mal gusto» de dicha agrupación. Diario de Cádiz en su edición de tarde del lunes 8 de febrero se hacía eco de que, por orden expresa del alcalde, recién habían salido a la calle con su indumentaria religiosa, fueron devueltos al Ayuntamiento donde se les obligó depositar el disfraz.

¿Qué había ocurrido entonces? Si bien, como hemos visto, «Los frailes» lograron pasar la censura en letras y tipo, en base a la documentación que a continuación expondremos, la derecha reaccionaria de la ciudad fue la que presionó a los gobernantes republicanos hasta lograr que la agrupación tuviera que ir por las calles sin sus «hábitos» carnavalescos. En el periódico La Información se había publicado el día anterior un artículo sin firma titulado «Señor gobernador, señor alcalde, ¿para qué se dan los bandos?».
El firmante se escandalizaba al comprobar que la agrupación tenía licencia, hecho que se sabía desde días antes como hemos visto, perturbándose el redactor al comprobar que la policía municipal no hacía nada ante la insistencia de denuncia de «un querido amigo nuestro» (?). Finalmente concluía con la esperanza de que al día siguiente se hiciera justicia en favor del insulto que suponía dicha agrupación ante la población católica.

La amenaza cumplió su objetivo puesto que, la mañana del lunes 8, tras celebrarse la actuación en el ayuntamiento de las dos chirigotas finalistas, y obtener «Los frailes» el segundo premio como decíamos, tuvieron que salir a la calle sin sus disfraces de monjes.
Ahí quedó el registro de una agrupación cuya temática molestó a las altas esferas de la sociedad gaditana, la cual no se contuvo en su intento de hacerla desaparecer hasta conseguir su practica anulación en la calle.
Golpe de estado y represión: Segunda parte